Mi mamá es seca

Por Camila Fernanda Saavedra, Cuarto Medio


Era un día viernes de enero y nos íbamos de vacaciones al otro día. ¡Por fin! Me iría a encontrar con la playa, al sol y mis amigos de verano.

-Vamos a ir a comprar unos trajes de baños nuevos, dijo mi mamá.

Yo la acompañé al supermercado, me probé unos trajes de baños muy a la moda, y mi mamá se compró uno que le quedaba muy bien. También aprovechó mi mamá de comprarme un vestido de verano y ella se compro unas chalas.

-Así podré bajar a la arena sin problemas, dijo.

El asunto estaba todo muy bien hasta que al llegar a la caja, mi mamá le pasó su tarjeta y la cajera la pasó por el lector de tarjetas-Uy, dijo, la cajera, parece que la máquina se echó a perder y no da la boleta.

Dudó un momento y llamó a la supervisora. La supervisora era una señora muy alta, de pelo rubio teñido. Sacó una llave y la colocó en la máquina. La trató de hacer funcionar y no pasó nada, -Lo siento, dijo la supervisora, pero no se podrá llevar la mercadería, tendrá que venir a buscarla mañana o el lunes. -Es que mañana me voy de vacaciones, dijo mi mamá-No puedo hacer nada, dijo la cajera.

Mi mamá es seca. No es de las mujeres que se queda así no más. Por eso la admiro. Nos fuimos a sentar a la cafetería del supermercado y de allí llamó a mi papá-

-Oye, Jorge, le dijo, tú puedes meterte en mi cuenta on line de mi cuenta bancaria y revisar si me descontaron 65 mil pesos de mi cuenta, por favor.

Mi papá la llamó de vuelta al rato y le dijo:

-Sí, te acaban de descontar 65 mil de tu cuenta, es del supermercado.

-Por favor, Jorge, imprímeme una copia y vente con ella al supermercado.

Nos quedamos tomando una bebida y comiendo un pastel en la cafetería. Al rato llegó mi papá con la impresión de la cuenta del banco de mi mamá. Entramos al supermercado de nuevo y mi mamá pidió hablar con la supervisora. La supervisora venía mal. Mi mamá le mostró la impresión del descuento del banco y le dijo:

-Si no me pasa la mercadería, entonces me devuelve la plata.

-Señora, yo no puedo hacer eso, la caja está cerrada y ya no depende de mí.

-y, ¿de quién depende? Le preguntó mi mamá.

-De arriba, dijo la supervisora e hizo un gesto apuntando hacia el cielo.

-¿Arriba? Preguntó mi mamá.

-Si, de la contadora central, pero a esta hora ya no está.

-Disculpe, le dijo mi papá con su vozarrón de oso, pero ella no puede irse sin su dinero o la ropa que compró, ¿qué seguridad tiene ella de que le devolverán la plata?

En ese momento, apareció un guardia grandotote y con cara amenazante se puso al lado de mi papá. Mi papá inmediatamente reaccionó enojado. Miro al guardia y le dijo:

-Señor, por favor, hágame el favor de correrse, nosotros estamos haciendo un reclamo como corresponde y usted no tiene nada que ver.

El guardia se sorprendió un poco y retrocedió.

Al final, mi mamá le dijo a la supervisora:

-Señora, usted me firma un papel donde se explica la situación y donde usted se compromete a devolverme la plata o la mercadería.

-Es que yo no puedo hacer eso.

-Entonces yo la voy a tener que acusarla de robo. Pues usted me descuenta de mi cuenta de banco y no me da la mercadería. Además, mañana me tengo que ir a la playa. No es mi problema que ustedes tengan malas las máquinas.

Al final, la supervisora entregó un papel donde explicaba lo ocurrido y se comprometía a solucionarlo mañana sábado por la mañana.

Al llegar a casa, mi mamá registró el reclamo en el sitio del Sernac. Al otro día temprano en la mañana llamó a la central del supermecado y solicitó hablar con un gerente. Lo atendió un señor muy amable que dijo que iba a averiguar. Al rato llamó al supermercado y pidió hablar con la supervisora. La supervisora estaba muy molesta con mi mamá, pues le dijo que había hecho “mucho escándalo” y que la había llamado un gerente para retarla y que eso no había sido su problema. Mi mamá mantuvo la calma y le dijo simplemente: “usted resuélvame el problema ahora no más, pues nosotros nos vamos a la playa dentro de unas horas.”

Después de un rato, llamaron a mi mamá desde el supermercado. “Señora, por favor venga a buscar la mercadería.” Fui con mi mamá y una señora nos entregó la mercadería, le pidió disculpas a mi mamá y por las molestias le regaló un bonito bolso de playa.

Mi mamá se sorprendió y agradeció el regalo y las disculpas con una sonrisa amable. Mi mamá es seca y la admiro por eso. Al rato nos fuimos todos, por fin, a la playa, al sol y a los amigos de verano.

Reclamación de derechos



El vestido verde

POR: RAFAELA FERNANDA PIZARRO PEREZ

Era de mañana y mis ojos se cerraban solos, el viaje partía como siempre a las 8:10 de la mañana, solo los audífonos eran mi compañía.

Al llegar a mi destino sentí un alivio, baje con rapidez y me dirigí a la entrada de la estación, me pare bajo el reloj y espere a que las horas pasaran volando para no tener que sentirme ansiosa, paso tanto tiempo que mis ojos ya no distinguían entre una sombra y una persona.

Comencé a caminar y de pronto me pare frente a la vitrina que exhibía el vestido más bello de todos, ese día decidí que sería mío y tenía que lucirlo en alguna ocasión especial, de pronto me percate que en frente había un hombre que me observaba, con su mano derecha sostenía un pincel, su aspecto era triste y sus ojos no dejaban de mirarme, me sonroje y me di la vuelta. De pronto sentí una mano sobre mi hombro y una voz que me decía -Quisiera liberar al cielo de mis letras y no encuentro manera más adecuada que decírtelo que al oído. -Me quede estupefacta ante su voz, sin saber cómo me dejaba envolver. De pronto volví en mí y le dije: si liberas al cielo de tus letras ya no quedarán recados y qué será de mis oídos cuando quieran volver a escucharlos. Nos miramos y reímos por un rato.

Comenzamos a caminar y así Franco el pintor le relato la historia de sus cuadros. Se dedicaba a pintar todos los días la misma vitrina y retrataba también todos los días el cambio de precios que hacían en aquella tienda.

Francisca le pregunto ¿cuál era el objetivo de aquella obsesión?

El respondió que todos los días veía a gente pasar y observar las prendas más bellas, pero que cada día que pasaba los precios aumentaban y cada vez que las personas volvían a la tienda a comprar los vestidos los precios habían subido así que la prenda estaba allí hace mucho tiempo sin tener ningún comprador aún.

Al ver las pinturas observe que el precio había cambiado 25 veces durante el mes y que nadie se había atrevido a comprar aquel prenda ya que los dueños no dejaban de cambiar y cambiar los precios.

La gente que pretendía comprar los vestidos se fijaba en los cuadros del pintor y los compraba guardando así un mejor recuerdo de su tan anhelado vestido.

Fue así que Franco le regalo uno de los cuadros a Francisca donde estaba dibujada ella con el vestido verde que quería, lucia hermosa y a su lado estaba dibujado un hombre que le hablaba al oído ambos parecían felices el cuadro era el más bello que Francisca había visto jamás era una ocasión especial y llevaba puesto el vestido verde.


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