POR: RAFAELA FERNANDA PIZARRO PEREZ
Era de mañana y mis ojos se cerraban solos, el viaje partía como siempre a las 8:10 de la mañana, solo los audífonos eran mi compañía.
Al llegar a mi destino sentí un alivio, baje con rapidez y me dirigí a la entrada de la estación, me pare bajo el reloj y espere a que las horas pasaran volando para no tener que sentirme ansiosa, paso tanto tiempo que mis ojos ya no distinguían entre una sombra y una persona.
Comencé a caminar y de pronto me pare frente a la vitrina que exhibía el vestido más bello de todos, ese día decidí que sería mío y tenía que lucirlo en alguna ocasión especial, de pronto me percate que en frente había un hombre que me observaba, con su mano derecha sostenía un pincel, su aspecto era triste y sus ojos no dejaban de mirarme, me sonroje y me di la vuelta. De pronto sentí una mano sobre mi hombro y una voz que me decía -Quisiera liberar al cielo de mis letras y no encuentro manera más adecuada que decírtelo que al oído. -Me quede estupefacta ante su voz, sin saber cómo me dejaba envolver. De pronto volví en mí y le dije: si liberas al cielo de tus letras ya no quedarán recados y qué será de mis oídos cuando quieran volver a escucharlos. Nos miramos y reímos por un rato.
Comenzamos a caminar y así Franco el pintor le relato la historia de sus cuadros. Se dedicaba a pintar todos los días la misma vitrina y retrataba también todos los días el cambio de precios que hacían en aquella tienda.
Francisca le pregunto ¿cuál era el objetivo de aquella obsesión?
El respondió que todos los días veía a gente pasar y observar las prendas más bellas, pero que cada día que pasaba los precios aumentaban y cada vez que las personas volvían a la tienda a comprar los vestidos los precios habían subido así que la prenda estaba allí hace mucho tiempo sin tener ningún comprador aún.
Al ver las pinturas observe que el precio había cambiado 25 veces durante el mes y que nadie se había atrevido a comprar aquel prenda ya que los dueños no dejaban de cambiar y cambiar los precios.
La gente que pretendía comprar los vestidos se fijaba en los cuadros del pintor y los compraba guardando así un mejor recuerdo de su tan anhelado vestido.
Fue así que Franco le regalo uno de los cuadros a Francisca donde estaba dibujada ella con el vestido verde que quería, lucia hermosa y a su lado estaba dibujado un hombre que le hablaba al oído ambos parecían felices el cuadro era el más bello que Francisca había visto jamás era una ocasión especial y llevaba puesto el vestido verde.
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